El cofre de la felicidad

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El día que se acabaron las rondas de preguntas y el azar empezó a estar por encima del conocimiento

Pasábamos la tarde mirando Canal 9 en aquellos domingos interminables y placenteros de mi infancia, los tallarines caseros, el te de yuyo, las naranjas contra la pared del sol, (en un impassse entre prenda y prenda) y la gran final por el viaje a Bariloche, hasta que un domingo fue distinto tuvo sabor a cambio, a desilusión y despedida.

Ya no sería con aquella rueda interminable de preguntas y respuestas que se resolvería el premio.

El sorteo, primero de la ubicación en la cola para elegir la llave y después de probar abrir, sería lo que dictaminaría el ganador.

Estaba cambiando el mundo y uno con ojos de niño, casi adolescente no lo sabía, aunque como tantas cosas que se intuyen, se sentía en el cuerpo esa desazón; de que el mejor no necesariamente era el que tenía que ganar.

Veníamos de un mundo donde se valoraba la memoria para repetir nombres de países o ciudades capitales y de repente nos incluyeron la variante del azar, faltaría poco para que después llegara, en el final de quinto de escuela, la elección de los compañeros para definir quien sería el abanderado, en épocas donde ser abanderado era muy importante.

El tiempo transcurrió como transcurren los episodios de una serie, que uno deja seguir, aunque no mire porque sabe que tiene muchas temporadas, hoy más cerca del final que del principio o al menos a mitad de recorrido, me pregunto si estaba tan errado o era cierto nomás lo que nos enseñaron.

Que es ser mejor…?

Y no será mejor que también en estas cosas, como después pasa en la vida uno vaya entrenándose, en que el azar también es importante.

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