El río Rubicón (en italianoRubicone; en latínRubico) es un río poco profundo de régimen torrencial del nordeste de Italia, que discurre por la provincia de Forlì-Cesena y desemboca en el mar Adriático. Parece que el nombre deriva del color del agua, ya que discurre por una región arcillosa, que la tiñe de un color rubí.

Nace en algún lugar poco determinado y encuentra la vía Emilia a la altura de Savignano sul Rubicone.

En época de los romanos, señaló por un período (época tardorrepublicana, entre 202 a. C. y 27 a. C.) la frontera entre Italia, considerada parte integrante del territorio de Roma, y la provincia de la Galia Cisalpina y, por tanto, estaba prohibido que los generales lo cruzasen en armas.

El río tenía especial importancia en el derecho romano porque a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. A partir de 59 a. C., sirvió de frontera entre las provincias romanas y la Galia Cisalpina, para que así Roma quedara protegida de amenazas militares internas.

El río entró en la historia por ser su cruce el detonante o casus belli de la segunda guerra civil. Marcaba el límite del poder del gobernador de las Galias y este no podía —más que ilegalmente— adentrarse en Italia con sus tropas. La noche del 11 al 12 de enero de 49 a. C.Julio César se detuvo un instante ante el Rubicón atormentado por las dudas. Cruzarlo significaba cometer una ilegalidad: convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil. Julio César dio la orden a sus tropas de cruzar el río, pronunciando en latín la frase «alea iacta est» («la suerte está echada») según Suetonio en su obra Vidas de los doce césares. De acuerdo con Plutarco (en sus Vidas paralelas), Julio César citó en griego la frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de sus autores preferidos: «ἀνερρίφθω κύβος / anerriphthô kubos», que significa «¡Que empiece el juego!».1

De este suceso proviene la expresión «cruzar el Rubicón» que expresa el hecho de lanzarse irrevocablemente a una empresa de arriesgadas consecuencias.

Política y retóricamente, las dos orillas del Rubicón, separadas por un estrecho caudal muy fácil de cruzar, representan la fina línea entre la prudencia y la temeridad, como bien se apunta en “Julio César y el Paso del Rubicón”, “Fernando Lillo” (Historia National Geographic nº85)[cita requerida].

Fuente Wilkipedia

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